"" - - - - —. J..- - º, a Escuela de Medicina - . . D. Ignacio Alv Jt ». Aniceto Ort ... , " » f - " - ae." . Sr. D. Miguel Francisco Jimenez EL ALCOHOLISMO Sl ISTORIA, (ALSAS, ERECTOS PATOLICOS, SCIALES SUTERAPÉUTICA Y RECURS0S LEGALES PARA EWTAR EL WCl0. TÉSIS Para el concurso á la plaza de adjunto á la cátedra de Medicina Legal de la Escuela de Medicina de México, presentada al Jurado de calificacion AMI, lMil Y INTAMAl y vW.% . . º a A %SSS SS X \S h 2. Aá "" estºsº. S3, sa 22 º. º º ex- * , & SAF # &# &s - cº cºrº. ¿Sº. ¿sº º MÉXICO IMPRENTA DE F. DIAZ DE LEON Y SANTIAGO WHITE, SEGUNDA CALLE DE LA MONTERILLA NUM. 12. 1870 a ºx « y �N №`S º ~§§•§ «Cuando se abre el cráneo, ha dicho el Sr. Jimenez (D. Mi- guel), lo primero que llama la atencion es que las circunvolu- ciones cerebrales no tienen el aspecto elegantemente torneado r 24 que les ha dado la naturaleza; están como marchitas, parecen pellizcadas, y entre los amplios huecos que dejan entre sí mis- mas hay un derrame seroso de color opalino y algo de inyec- cion venenosa. » Haciendo cortes á la masa en diferentes sentidos, se encuen- tran endurecidas las capas corticales, el Septum, lucidum, bó- veda de tres pilares y cuerpo calloso; y por el contrario, reblandecida, la sustancia gris. El color del cerebro es, en general, mas pálido, y al corte se percibe un puntilleo rojo, muy fino. Es comun encontrar adherencias de las meninges con la masa encefálica, Los ventrículos, por lo común, están hidrópicos. En la médula hay un trabajo de absorcion muy notable, á consecuencia del cual se va, como atrofiando. Nótase tambien S ai cierta, infiltracion serosa cn la sustancia central, que acaso represente el mas alto grado de reblandecimiento, la fusion de las celdillas. «El neurilema de los nervios raquidianos, especialmente en las raíces anteriores, ofrece un aspecto edematoso muy nota- ble, á grado tal en algunas ocasiones, que llega á semejarse á un cordon umbilical en que la gelatina de Warthon no fuese escasa.» (Jimenez). La pulpa nerviosa participa del reblande- cimiento de la sustancia, gris de los centros, y en virtud de la comprension que sufre por la infiltracion de su neurilema pier- de la forma arredondada y se ofrece á la vista como una ecº" Cuando la forma gástrica, ha predominado, se encuentra en el cadáver la mucosa del estómago de color apizarrado, endu- recida muy notablemerse en los pliegues flexuosos é irregula- res que en el estado normal circunscriben los espacios poligo- males propios de la membrana. En el hígado hay lesiones muy particulares. Si el alcoho- lismo fué incipiente, está notablemente hinchado, turgesente, • de color rojo subido, en una palabra, fuertemente congestio- 25 mado por sangre que sale en abundancia al practicar un corte en la víscera. Si el alcoholismo persistió algun tiempo, se en- cuentra el hígado unas veces enormemente distendido, de co- lor amarillento análogo al del cuero de Rusia, granuloso en la superficie convexa, y en su borde infiltrado de grasa; y otras veces, muy pequeño, flaxido, de color amarillo claro, de granulaciones muy aparentes, sensibles; sobre todo estrujan- do entre los dedos la entraña, que se convierte entonces en una papilla amarillenta babosa.» (Jimenez.) El tubo intestinal generalmente se encuentra vacío de mate- rias y aung de gases. Las túnicas que le forman están adelgaza- das, sobre todola interna, que por trasparencia seve como raida, en fajas transversas correspondiendo casi siempre á las válvu- las conniventes; ó su diafanidad es uniforme como si faltara la capa submocosa, tomando entonces el intestino un aspecto al- gosemejante al de esas tripas in8ufladas de que se sirve la gente de nuestro pueblo para portar y ocultar el aguardiente. Suele estar ulcerada, la mucosa, muy especialmente la del colon; y esas ulceraciones son discretas, pequeñas, redondas, óámplias é irregulares, mas ó menos profundas, como resul- tado de la fusion de las placas foliculares, ó de los folículos aislados. -4. « Hay otra lesion ó vestigio patológico que es tambien muy notable: el abultamiento de las placas de Peyer, con el pun- filis vemo análogo al de una barba recien afeitada que se en- cuentra en el tabardillo.» (Jimenez.) El mismo Sr. Jimenez ha encontrado otro fenómeno digno de llamar la atencion, y es un estado enffsematoso de las tú- micas intestinales, tan fino y tan uniforme, que al comprimir entre los dedos el intestino, cruge como si fuese de oropel. Los ganglios mesentéricos, con particularidad los que están - en relacion anatómica con la válvula ileo-cecal, se encuentran infartados y amoratados. , ... ..." 26 Tales son las lesiones que explican los desórdenes en la in- teligencia, sensibilidad, movimiento y en las funciones fisio- lógicas que el abuso del alcohol determina en la persona que se entrega al vicio de la embriaguez. El cuadro trazado en esta parte no es completo; se resiente de la brevedad con que escri- bo. Ya lo he dicho: no es posible abarcar en un espacio pe- queño todo un campo donde los múltiples pormenores son in- teresantes. Solamente la luz puede hacer eso en el fondo del ojo, por ejemplo. -—o o -öso-o—-- 27 PARTE TERCERA. EfectOS S0ciales. Si son tristes las consecuencias de las bebidas espirituosas para quien abusa de ellas, no lo son menos para la sociedad. El bebedor comienza por abandonar á su familia, en el seno de la cual todos los goces le parecen desabridos desde que es- tragó su sensibilidad moral en el fondo de las tabernas ó en medio de las orgías. En estos focos de corrupcion pasa la vida, en tanto que sus hijos y esposa lloran cl alejamiento de su protector natural, y acaso padecen frio porque no tienen ropas con que cubrir- se, y acaso se desmayan de hambre porque les falta el pan de cada dia. La mujer, que con su corazon de madre no puede ser indiferente á los padecimientos de sus hijos, y que por otra parte carece de recursos legales para alimentarlos y vestirlos, se resuelve al fin por una conducta que casi siem- pre es deplorable, ó bien, abundando en sentimientos hones- tos, se echa, á vagar por las calles en solicitud de una mano caritativa que le dé una limosna por amor de Dios; 6 bien despechada, arranca de su corazon todo sentimiento noble, y vende los goces materiales que provoc, lo cual es causa de que á la familia ingresen miembros extraños que de ordinario van á aumentar la confusion y el desórden; óbien, por últi- mo, se entrega á una funesta industria, al robo, en la cual educa á sus propios hijos para que desde pequeñitos contri- buyan con su trabajo personal al gasto comun. De esa fami- lia que cruza el piélago de la vida, sin el hombre que es el 28 piloto puesto por Dios para conducir la nave, no hay que es- perar sino un triste naufragio mas ó menos temprano. Y en efecto, la familia naufraga, cada uno de sus miembros es ar- rebatado por olas distintas, cada umo de ellos es llevado á pla- yas diferentes; dejan de verse, dejan de amarse, vienen á ser extraños los unos para los otros; y cada, quien, por último, con el corazon vacío de sentimientos morales, se agita en el seno de la Sociedad, como la fiera hambrienta, que de sus so- litarios bosques desciende á lo poblado para saciar su sed de Sangre. A ese fin empuja, á la familia la crápula de su gée. Considérese ahora cuál será el órden, la economía, el pro- greso, las virtudes cívicas de un pueblo donde germinan, se desarrollan y multiplican esas familias desventuradas, esas ho- jas marchitas del árbol social que del punto donde Dios las colocara descienden á podrirse en el fango de la tierra para corroer con su podredumbre las raíces de la planta en que vejetaban. Vése, en efecto, que por cada uno de los séres que honran á la patria con sus luces ó con su industria, hay mil que la desacreditan y la enervan con su holgazanería y con sus vi. cios. Si alguna rara vez muestras miradas se fijan extáticas en el anciano venerable que derrama sus últimas gotas de sudor sobre la obra de sus manos; en la amorosa, madre de familia que cuida de su prole con el afan de la paloma y con la ternura de un ángel; 6 en el tierno niño que entre las ro- dillas de su madre señala con el dedo el cielo donde ya sabe que hay un Sér omnipotente y bueno cuántas mas veces tenemos que apartar horrorizados los ojos del ébrio, que se ahoga en las puertas de la taberna, de la adúltera que se cor- rompe en los brazos de sus amantes, y de infelices niños que, como frutos que se pudren antes de saZonarse, vénse en ha- raposos enjambres por las calles, á caza de fáciles hurtos; y 29 ya juegan á la rayuela, y saben embriagarse, y hasta saben blasfemar - Cuando vemos á los primeros, natural es decir: feliz patria la que tales hijos encierra; porque su suelo debe ser fecundo, abonado con el sudor de un hombre laborioso; porque sus aires deben ser saludables, perfumados por el aliento de mujeres vir- tuosas; porque su porvenir debe ser feliz, entregado á séres que desde niños encarnan en su alma la fe que todo lo fecun- diza, y la esperanza que todo lo embellece. Pero cuando se ve á los segundos, ¿quién puede sufocar un suspiro de desaliento? ¿quién no dice para sí mismo: pobre país el que pierde á sus hijas en la oscuridad del vicio; po- bre país cuyas mujeres, estériles en fuerza de livianas, en vez de dar hijos á la patria, diezman los que tienen con la ponzo- ña de sus hediondos placeres; pobre país cuya futura suerte va, á quedar en manos de séres que desde niños siembran en su corazon el vicio, y en consecuencia, no deben cosechar sino miserias, degradaciones y quebrantos. Así es natural que se exclame en uno y en otro supuesto; y como que lo he dicho, en México se multiplican los malos, tanto como disminuyen los buenos, debe el observador entris- tecerse en vez de lisonjearse. Se me objetará diciendo que lo mismo pasa en todos los paí- ses del mundo; que por todas partes la humanidad, segun la pintaba Lutero, «se parece á un rústico ébrio, que si se le levanta por la derecha, se cae en seguida por la izquierda;» que el vicio de la embriaguez y sus conseguencias funestas son uma triste necesidad de la flaqueza del hombre; que soy un pesimista visionario. Así será tal vez; pero como quiera que amo á mi patria con una pasion sincera, deseo para ella todos los bienes, sin la mas leve sombra de los males. Yo veo que el vicio de la embriaguez tanto se extiende, que pasa por una inocente fla- 30 queza; y como veo tambien que por ese vicio los sentimientos mas puros degeneran en pasiones ruines, que la vida de los unos es amagada por el puñal de los otros, que la honra es un juguete fútil que puede hacer pedazos cualquiera, que la for- tuna no es bien guardada ni con los mas duros candados, que las leyes son ilusorias, que las cárceles se convierten en man- siones de reposo y de recreo, que las familias descienden de la opulencia á la miseria, y de la virtud al crímen, que las cien- cias enmudecen, que las artes se paradizan, que la industria es el robo; como veo todos estos males y la raíz de que depen- den, pláceme levantar la voz en contra de esta última, aun cuando se me tilde de visionario. Hay todavía mas, y esta observacion es importantísima. El alcohol, como el abuso de los placeres venéreos, á la larga de- termina la impotencia; y por lo mismo, todos los que desde jóvenes se entregan á la crápula envejecen antes de tiempo, haciéndose inútiles para la reproduccion. Y si de estos séres inútiles se pasa la vista á la prole que dejan antes de gastarse por completo, duele el corazon al verla, raquítica, enfermiza, miserable, incapaz de soportar sobre sus hombros el peso or- dinario de la vida; y duele mas el alma al considerar cuál deba, ser la suerte de la patia, labrada por esas generaciones cuyo es- píritu será tan débil, tan indolente, tan cobarde, como son des- preciables en su desarrollo físico los individuos que las forman. Hasta aquí la rápida ojeada á los graves males públicos de que la ebriedad es fuente. Para pormenorizar aquellos que re- claman las indagajones periciales, dividiré los efectos del alcoholismo en próximos y remotos, siendo los primeros los causados por la perturbacion intelectual pasajera, por la em- briaguez; y los segundos, los consiguientes al hábito de em- briagarse, al alcoholismo crónico. La embriaguez tiene tres períodos: excitacion, exaltacion, postracion. 31 En el primer período se experimenta un sentimiento de bien- estar, de alegría, de expansion, de locuacidad, de vigor inte- lectual y físico; las ideas son brillantes, las concepciones fáci- les: los poeta8 y los artistas se sienten inspirados, los guerreros se juzgan invencibles, los artesanos encuentran gusto en lo áspero de sus trabajos. No puede negarse que en este estado hay una excitacion cerebral; pero preciso es confesar, tambien, que dista mucho de la locura. Puédese asegurar que la gene- ralidad hemos gustado de ese bienestar ficticio, y no habrá uno de cuantos le conozcan que pueda decir que sus ideas han sido confusas"6 sus juicios extraviados; sino al contrario, conven- drá en que ha visto con mayor claridad y penetrado mejor la esencia de las cosas, como si su cerebro hubiese sido iluminado por una luz indeficiente. Si algo debiera atenuar el detestable vicio de la embriaguez, sin duda que solo esta consideracion podria, lograrlo; solo la universal experiencia de que una dó- sis prudente de vino obra sobre muestro sér moral disipando las sombras de la tristeza y avivando los colores risueños de la vida, puede disimular la torpeza de los que, sedientos de pla- ceres sensualas, buscan en el fondo de las botellas la última gota de la felicidad que ansían, y pasan, en consecuencia, del período de excitacion sabrosa, al de exaltacion nociva. Este segundo período del envenenamiento alcohólico está, caracterizado por la perturbacion de las ideas que surgen del cerebro en tropelirresistible. Una persona en este estado, sien- te que sus relaciones con el mundo exterior se debilitan, ve los objetos al través de un prisma fantástico, sus juicios son equivocados, su criterio es confuso, su reflexion es nula. La vergüenza, este freno saludable que la educacion nos labra, se relaja y se rompe en virtud de que por la estrechez del campo intelectual no se puede percibir bien el pasado que reprende, ni el presente que desprecia, ni el porvenir que ame- maza. Convienen con estos fenómenos puramente psíquicos, 32 los fisiológicos. La circulacion se acelera, y en consecuencia, varios órganos se presentan congestionados; la cara está roja, los ojos inyectados y brillantes, las arterias laten con energía y violencia: el cerebro, muy particularmente, está congestio- nado; es decir, padece de un modo artificial, y por consecuen- cia forzosa, funciona con desarreglo. Hay delirio, delirio sin calentura, falsa locura, si se me permite la expresion. En el tercer estado, á la excitacion anterior sucede el co- lapsus. Los músculos de la vida animal quedan en relajacion com- pleta, no pueden sostener el cuerpo en equilibrio, y este cae como una masa inerte, como un cadáver, del que solo se dife- rencia por la respiracion. Ya se comprende que en tal perío- do el cerebro suspende sus funciones intelectuales, como en gran parte ha suspendido tambien las que presiden á la vida animal; no hay ideas, no hay comparacion, no hay memo- ria, no hay juicios, no hay voluntad. El rey de la crea- cion, el hombre, se ha degradado hasta hacerse inferior á los brutos. Pinta bien estos tres estados el proverbio napolitano de que habla Casper: «los primeros vasos, dice ese apotegma, dan sangre de cordero; los siguientes sangre de tigre, y los últi- mos de puerco.» - Estudiemos ahora las cuestiones médico-legales á que pue- de dar lugar un ébrio en cada uno de los tres períodos. Sea cual fuere la forma, ellas se reducen á esta sola: ¿Es respon- sable de sus actos? Para resolver, debe el médico—jurista esclarecer: 19, en qué período de embriaguez se encontraba el responsable; 29, si la embriaguez fué involuntaria ó intencional. Se puede consumar un delito, y es posible tambien celebrar un contrato, ejercer cualquier acto de la vida civil durante los dos primeros períodos del alcoholismo; pero no es posible suponer la consumacion de alguno de esos hechos en el tercer período. Me limitaré, pues, á los dos primeros. El delirio alcohólico puede ser completo ó incompleto, vo- luntario ó involuntario; puede ser, por último, provocado in- tencionalmente para animarse á ejecutar el delito. La embriaguez voluntaria ó involuntaria, incompleta, quedó descrita en las páginas anteriores, como tipo del período de ex- citacion; y aquella descripcion basta para comprender, desde luego, que quien se coloca en tal estado no es ni debe ser irresponsable de sus actos. Viene bien aquí, en forma de paréntesis, deplorar la indis- crecion con que las leyes modernas han depuesto su antiguo rigor respecto de los bebedores, admitiendo sin restriccion la embriaguez como elemento de atenuacion de las culpas. Que haya alguna indulgencia para con el ser que acciden- tal éinvoluntariamente delira porque el alcohol le enloquece, se comprende, y hasta parece ser justo; pero que la haya tam- bien para quien no equivoca sus sentimientos y piensa con criterio, me parece lo mas absurdo del mundo. ¿Adónde iria- mos á parar si tal y tan ciega hubiese de ser la norma de la justicia, si en todos casos, porque el delincuente bebió de algun licor espirituoso antes de consumar un acto prohibido, la jus- ticia hubiese de serle benigna? No habria, criminal, ni abo- gado defensor de un reo, que no apelasen á este medio supre- mo para burlar la vindicta pública, y la palabra JUSTICIA, vendria, en último termino, á ser una expresion tan vaga, tan vacía de sentido, como la cualidad oculta de los peripatéticos. No; la embriaguez voluntaria ó involdntaria, en su primer período, en nada atenúa la gravedad de un hecho, no puede ser circunstancia atenuante. Ya veremos despues en qué caso debe, por el contrario, considerarse como agravante. En el segundo período, la division ó clasificacion que llevo hecha es mas importante. La embriaguez voluntaria completa º ) 34 parece que debiera eximir de toda culpa, supuesto que los ac- tos de quien la padece llevan el sello del delirio; pero hay que considerar dos cosas: 19, que siendo el delirio efecto de la vo- luntad, no es conveniente ni racional respetar esa voluntad indiscreta que degrada la persona y pome á la Sociedad en peligro; 29, que en esta locura artificial el maufragio de la in- teligencia no es absoluto, sino cuando se toca en el último ex- tremo, en el tercer período. Estas dos consideraciones, que algo pesan en la balanza de la justicia, impidem, segun entien- do, que el fiel de ella se incline por completo á favor del reo; y, en consecuencia, debe reservarle una pena que aunque me- nor satisfaga, la vindicta pública. Si la embriaguez fué involuntaria completa, mo puede ser penada, porque donde no hay voluntad no hay delito. Cuando el delincuente bebió de un licor espirituoso inten- cionalmente, es decir, con objeto de animarse para la ejecu- cion de su proyectado delito, no puede en ningun caso recla- mar indulgencia. Ora no pase del primer período, ora llegue al segundo, ó lo que es lo mismo, completa ó incompleta que haya sido su embriaguez, la culpa, léjos de disminuir, aumenta: el delirio alcohólico viene á ser una circunstancia agravante. De otro modo, tendriamos que convenir forzosamente en que una culpa puede ser absuelta por otra. El Sr. D. Pedro Mata dice en su tratado de medicina legal, que la embriaguez rompe el hilo de las ideas, que un hombre ébrio no puede consumar el hecho que meditó en su juicio, porque el delirio alcohólico le aparta del camino que se pro- ponia seguir para empujarle por otro distinto. No estoy de acuerdo con este principio tan absoluto y de tan hondas con- secuencias sociales. Respeto al Dr. Mata, le considero una de las mejores lumbreras científicas en su patria; pero en este punto mis ideas divergen enteramente de las suyas. Voy á, combatirle, no por tener la insípida satisfaccion de medir mis c) º 5 armas con las de un adversario digno, sino porque la cuestion me parece de vital importancia, y su esclarecimiento indispen- sable, sobre todo para nosotros los mexicanos, por figurar aquella obra en todas ó casi todas las bibliotecas de nuestros abogados y jueces, quienes es probable aboguen y sentencien con arreglo á los principios que defiende el elocuente médi- co-jurista. Quien bebe de un licor espirituoso con objeto de embriagar- se para quebrantar las leyes, se coloca en alguno de los tres grados ó períodos que tengo descritos. O toma una cantidad de alcohó tan corta que apenas basta para evcitarse, ó logra perturbar su inteligencia hasta el delirio, ó tanto se carga de la bebida, que cae en el letargo del tercer período. En el pri- mer supuesto, habremos de admitir que el hilo de las ideas se rompe, cuando es de observacion vulgar que estas adquieren mas brillo y se levantan mas vigorosas? ¡Cuántos oradores hay, cuántos poetas, cuántos literatos de toda especie, que para escribir sus composiciones ó para improvisarlas en pú- blico, se preparan tomando uma corta cantidad de licor, así como otros una taza de café Si fuese cierto lo que tan ge- neralmente asienta el Dr. Mata, no debiera suceder, por fuer- za, que el orador que sube á la tribuna llevando en el estó- mago una corta cantidad de vino, la bastante para abrillantar sus ideas, dijese lo contrario de lo que se proponia, y en vez de representar, por ejemplo, el papel de un tribuno virtuoso y prudente, se exhibiese como un faccioso desvergonzado? ¿Se romperá el hilo de las ideas en el segundo período? Su- cederá lo que asienta el Dr. Mata, es decir, que el ébrio que comete un delito, demuestra con él mismo que no le premedi- tó? Aquí la cuestion se hace de resolucion mas difícil, porque no cabe duda de que en este período hay un verdadero tras- torno de las ideas. ¿Cómo la resolveremos? Por lo que de sí ar- rojan la observacion y las confesiones de los mismos bebedores. 36 Es de observacion que en la embriaguez, llegada á cierto punto, la pasion dominante se muestra á descubierto; que el efecto del alcohol no es otro que el de romper el velo del pu- dor, tras del cual se oculta la flaqueza del hombre. Las facultades del entendimiento se trastornan, es cierto, y por eso es que las ideas del ébrio no están en relacion psico- lógica con sus sensaciones, ni sus juicios la guardan con las ideas; pero fuera de esa suma de facultades del entendimiento, quedan como manifestaciones del alma la memoria y la volun- tad, que buscándolas en el ébrio, aunque débiles, siempre se encuentran. Véase á esos desgraciados que beben hasta embru- tecerse. Mientras mas se cargan del combustible que los abra- sa, mas sensibles son á sus recuerdos, y ó bien se deshacen en despreciables lágrimas, ó hablan de venganzas, si esos res cuerdos les son penosos; ó rien y cantan como loros, cuando á la memoria les vienen sucesos que fueron felices. En cuanto á la voluntad, ojalá y fuese cierto que el vino la aniquilara, porque sin ella no estarian tan pobladas nues- tras cárceles En esas lúgubres mansiones pululan los testi- gos que deponen en contra del Dr. Mata. Por confesiones propias, ó por indagaciones judiciales, se sabe que esos infe- lices, antes de consumar sus crímenes, procuran emborracha- se para tener el espantoso valor de consumarlos. Y esto que pasa en México, no es extraño en otras poblaciones. En el parlamento de Inglaterra declaró alguna vez Mr. Poynder, que muchos criminales le habian asegurado que antes de co- meter crímenes algº atroces, les era absolutamente necesario tomar bebidas espirituosas, precaucion que se guardaban muy bien de olvidar. Casi me atreveria á asegurar que como Inglaterra y Mé- xico, los demas países del mundo nos pudieran dar pruebas análogas; porque en todas partes la persona que se separa de la moral y de la ley busca algo que empañe el severo con- 37 tinente de aquella, ó algo que le haga olvidar que en el mundo hay tambien un ojo que vigila y una mano que castiga. Ese algo es siempre el alcohol; porque esta funesta bebida obra sobre el entendimiento, no matando la memoria y la voluntad sino hasta el último extremo, es decir, cuando la ebriedad llega á su tercer período. Fuera de los hechos de observacion que puede rectificar toda persona que se lo proponga, y fuera de las confesiones de los mismos reos, hay ciertas reflexiones de órden social que dejera haber pesado el Dr. Mata. Por una especie de instinto, los grandes criminales pretextan su estado de em- briaguez durante el crímen, para atenuar la gravedad de este ante la autoridad que los juzga; y con frecuencia escuchamos en la tribuna á los abogados defensores de reos, servirse del mismo pretexto como de un escudo que colocan entre la ca- beza de su defendido y la espada de la justicia. Y esto está sucediendo cuando aun no se ha extendido lo bastante la no- ticia de que la embriaguez debe ser tenida como circunstan- cia atenuante; pues de otro modo no habria, criminal que no se lanzase á toda especie de actos, fiado en que por una copa de vino queda tan invulnerable como Aquiles. ¿Acaso no tenemos bastantes crímenes causados por el al- coholismo, para que se haga necesario allanar á los viciosos su deplorable camino? En los registros de defunciones, mo grava diariamente la intemperancia una cifra que horroriza? Regístrense los hechos consignados por observadores jui- ciosos, y calcúlese por ellos cuán terribles son para la socie- dad los efectos de la embriaguez. Mr. Cole, juez de policía en Albani (Nueva York), asegura que en un solo año se presentaron en su tribunal 2,500 per- sonas, y que, por cada cien delitos, los noventa y seis proce- dian de la destemplanza. 38 De los muchos casos de medicina legal en que intervino el Dr. Descuret de 1818 á 1838, tuvieron lugar durante la em- briaguez la cuarta parte de las muertes repentinas, y la sexta de los suicidios. Pudiera recargar mi trabajo con otras muchas observacio- mes; pero debo pasar á otros puntos que están reclamando mi atencion. Háse inventado una palabra, de la que, como era de espe- rarse, el Dr. Mata se sirve tambien para defender á los ébrios, como si no creyese bastante para salvarlos lo de la rotura del hilo de las ideas. Esta palabra es «dipsomanía, » hijº legíti- ma, de aquella otra «monomanía, » que escribió Esquirol en su Tratado de Enajenaciones Mentales, y que fué aceptada por varios en su sentido lexicológico mas estricto. No puedo entrar en larga disertacion respecto de la «mono- manía,» porque eso me llevaria demasiado lejos. Básteme decir que no admito esa forma de delirio; porque para mí, el deli- rio es caracterizado por el trastorno de las ideas, y no puedo concebir que haya trastorno donde no figura mas que una idea. Admito el delirio parcial, es decir, limitado á un círcu- lo pequeño de ideas, á veces tan estrecho, que se necesita la habilidad de un práctico alienista para entrar en él con su inteligencia. Esto que parece una digresioh, no lo es, sin embargo, su- puesto que nos lleva á esta conclusion: la pasion de la em- briaguez afecta una sola idea: beber; no es, por lo mismo, comparable con el delirio patológico. Pero veamos mas detenidamente la « dipsomanía. » Dice el Dr. Mata que esta enfermedad está caracterizada por el deseo irresistible de bebidas espirituosas; que á tal gra- do llega lo irresistible del deseo, que la voluntad es impoten- te para oponérsele, y en consecuencia el bebedor no puede ser responsable de sus actos. 39 Extraña lógica en un hombre de juicio Llamar enfermedad lo que no tiene otro síntoma mi mas signo que lo irresistible del deseo, es hacer descansar sobre base muy débil toda una entidad morbosa. ¿Qué otra cosa constituye el vicio, sino un deseoirresistible? Sin apelar á grandes autoridades médicas, ¿no pudiera en- contrarse descrita esa pretendida dipsomanía en aquel libro tan pequeño como humilde, y tan elocuente como profundo, que antiguamente aprendian los niños, y en el cual se pre- gunta: ¿qué cosas son pasiones? y se responde: «ímpetus ó turbaciones interiores que nos ciegan» ? No régaré que la locura pueda alguna vez contar entre sus signos de mas relieve un deseo inmoderado, irresistible, de gustar bebidas espirituosas; pero de esta posibilidad, á la ge- neralizacion del padecimiento entre todos los bebedores, hay tanta distancia, como la que média entre la verdad y el error, entre la inteligencia y la locura. Un loco que en un acceso mata, quema, destroza ó bebe, es impulsado á esos actos por un resorte que nunca está ocul- to, por ciertas ilusiones y alucinaciones con que le engaña su cerebro enfermo; y el ladron, el asesino, el incendiario, el ébrio, se entregan al crímen ó al vicio que los clasifica por un acto de su voluntad, por falta de moral. Estudiados los ante- cedentes del primero, puede el perito descubrir la incubacion de la locura en las excentricidades del enfermo, en sus inexpli- cables cambios de carácter, en las notables aberraciones de sus afectos; y estudiando los antecedentes de los segundos, solo encontrará el abandomo en la eduçacion primera, las ma- las compañías, la ociosidad; y como fruto deplorable de esta, los instintos perversos germinando en el fango de un corazon corrompido. Con esas pocas palabras queda dicho lo que es un loco y lo que es un vicioso, 9 40 El vicio de la embriaguez podrá semejarse á la locura, en cuanto una pasion puede parecerse al delirio; pero basta para distinguirlos observar que en la pasion del vino faltan las ilu- siones y las alucinaciones, que son los signos del delirio cróni- co. Y no se diga que las tiene el ébrio; porque si efectiva- mente las padece, es cuando ya está bajo la influencia del alcohol, cuando se ha provocado la locura que llamé artificial, lo que es absolutamente distinto; pero nunca las revela antes de embriagarse, como debiera suceder supuesta una verdade- ra dipSomanía. Si se sabe, por ejemplo, que una persona de buenº educa- cion, de moralidad intachable, de firmes principios religiosos, honrado ciudadano, buen padre de familia, cambia repentina- mente de carácter haciéndose áspero, desvergonzado, inmoral, indiferente para con los suyos, y á la vez se observa que bus- ca, con avidez las bebidas espirituosas, habiendo sido antes sóbrio, por que, segun dice, los pájaros que pasan cantando le ordenan que beba, ó un demonio que tiene dentro del estó- mago le pide aguardiente para dejarle en paz; si tal caso se presenta, repito, puede declararse á la persona loca, ó si se quiere, puede decirse que ese enfermo lo está de dipso- manía. Pero esos séres despreciables que acaso desde su infancia no han visto otra cosa que el vicio bajo sus múltiples formas; que solo han tenido amistades perniciosas contraidas en los cafés ó en las tabernas; que comenzaron por cmbriagarse como por compromiso, y acabaron por hacerlo todos los dias; todos esos con quienes “á cada paso puede uno tropezar en las calles, no son sino viciosos, por irresistible que sea su sed al- cohólica. Si hubiésemos de declarar enfermos á estos, á los ébrios consuetudinarios, ¿por qué no habriamos de hacer lo mismo con el que tiene el irresistible antojo de apropiarse lo ageno; 41 con el que padece el irresistible deseo de ver cómo arde un edificio, ó cómo se carboniza una persona; con el que, por ir- resistibles arranques, salta, por sobre las conveniencias socia- les, y como un sátiro, se deleita con los ayes del pudor ultra- jado? ¿Por qué no habriamos de hacer de todos estos, tribus de kleptomaniacos, de piromaniacos, de sátiromaniacos, co- mo de los ébrios hacemos dipsomaniacos? Las razones que en favor de estos pueden aducirse, militan igualmente en pró de los otros; y en consecuencia, si enfermos son los bebedores, enfermos son tambien los ladrones, los incendiarios, los inces- tuosos; tódos son loco s. ¿Qué seria de nosotros en medio de tantos enfermos peli- grosos? Necesario seria hacer de las grandes capitales inmen- sas casas de Orates, huyendo de las cuales los sanos emigrarian á los bosques, ó, aterrorizados, se refugiarian en las cárceles y en los hospitales. Admitir la dipsomamía, tan ámplia, tan absoluta, como la comprende el Dr. Mata, y como por desgracia pretende ha- cerla, comprender agotando los recursos de su lenguaje elo- cuente y florido, es conjurarse contra la humanidad, es colo- car las ciencias médicas bajo un punto de vista ridículo y odioso por demás. ¿A qué fin, me pregunto, abogar con tanto calor en pró de esa canalla que en todos los países del mundo representa, una gangrena, que no se ha podido curar mi con el fierro ni con el fuego? Es acaso un extraviado sentimiento de filan- tropía el que ha dictado los escritos del "Dr. Mata, quien te- me que alguna vez la ley confunda al criminal con el loco, y hiera con su acerada cuchilla á una persona tan inocente co- mo un niño. El sentimiento es noble; pero ha llevado muy lejos á quien por él se ha preocupado. Yo tambien me horrorizaria, si prohijando nuestras leyes 42 las ideas que reinaron en los tiempos de Aristóteles y de Quin- tiliano, hubiesen de ser en todos casos severas para con los ébrios; pero mi conciencia queda tranquila despues de haberme explicado lo bastante respecto de las distinciones que á mi juicio es justo, conveniente y necesario hacer. Réstame ha- blar de la manera con que deben ser juzgados los actos de quienes padecen la embriaguez continua, de los delirantes cró- micos, - En el delirium tremen8 que reviste la forma aguda, no hay crímen posible. Esos desgraciados pasan su enfermedad ata- dos á la cama, ora representando un papel que aterroriza, ora como humillándose bajo su propia impotencia. Pero cuando el delirio reviste aquella forma de que hablé en el párrafo anterior; cuando andan vagando trémulos, tor- pes en sus movimientos, locuaces por lo comum, cometiendo actos verdaderamente infantiles, ó razonando tolerablemente, hasta el grado de disimular su padecimiento de suerte que pueden engañar á quienes no están habituados á conocerlos, entonces sí pueden cometer actos que requieran indagaciones periciales. Recuerdo este hecho. En el hospital de San Andrés, un enfermo de los alcohólicos creia estar en su casa, cuya puerta de cntrada suponia ser una de las ventanas; y tomando por una mujer intrusa á la hermana que asistia á los de la sala, quiso despedirla, y lo intentó con los modales bruscos de un hombre ordinario. La tomó por un brazo, y á tirones comenzó á arrastrarla hácia la ventana (la que él tomaba por puerta de su casa), por la que sin duda hubiera precipitado á la po- bre hermana, de la Caridad á no haber intervenido los enfer- mos, quienes la salvaron de aquel peligro inminente. Desde entonces se tuvo cuidado con aquel hombre; pero como su delirio no demandaba un recurso de fuerza se le dejó libre en sus movimientos, de los que un dia usó de un modo que le 43 fué funesto. Fastidiado tal vez de lo monótomo de su vida en aquella su casa, resolvió salir, y, fija en su mente la idea de que la ventama era la puerta, dirigióse hácia ella, mo supo me- dir la altura, que seria de unos ocho metros, dió el paso há- cia afuera, y descendió al patio, de cuyas lozas se le levantó cadáver, Si este infeliz hubiese cumplido su primer intento de arro- jar á la hermana, la muerte de esta no hubiera sido un ho- micidio; era una desgracia comparable á la de un rayo dispa- rado por las nubes: ninguna pena merecia el autor del hecho, supueo que era un acto loco, como mas tarde lo acreditó él mismo con su propia muerte. Como este caso pueden presentarse otros muchos, los cua- les deben ser juzgados de la misma manera. Si plenamente se averigua que un supuesto malhechor pa- decia el delirio de los bebedores en el momento de ejecutar el hecho que la policía inquiere, esta debe limitarse á evitar otros semejantes, segregando de la Sociedad un enfermo que es pe- ligroso. En el estado crónico el delirio alcohólico reviste todas las formas de la locura. La manía con excitacion, ó bajo el ca- rácter depresivo; el delirio parcial, girando en un círculo mas ó menos limitado de ideas; la demencia; los trastornos de la inteligencia, con disturbios de la locomocion, ó parálisis genc- ral progresiva; todas estas formas con tintes mas ó menos vi- vos, con expresion mas ó menos clara. Me extralimitaria si me propusiese ir estudiando con dete. nimiento cada una de estas maneras con que la inteligencia revela su modo de padecer; y por lo mismo, las consideraré cm globo. La mayor parte de los infelices que pueblan el hospital de San Hipólito, han ido llevados por el alcoholismo. Muchos sanan en virtud de la abstinencia de bebidas á que son obli- 44 gados, de la regular alimentacion, de las mejores condiciones higiénicas de localidad, del moderado trabajo que se les impone, y sobre todo, de la terapéutica sábiamente dirigida con que hoy son socorridos; pero cuántos hay que á, pesar de todos estos recursos sucumben al destino que se labraron! y cuántos de los que salieron curados, pero nunca corregidos del vicio, por reincidir en este, alteran de tal suerte sus centros nerviosos, que su padecimiento se hace incurable y acaban siempre por morir locos! En nada se diferencia la locura de estos desventurados, de la locura idiopática. Nada falta en el triste cuadro de la aber- racionó abolicion de la inteligencia: los maniacos, los lipe- maniacos, los impropiamente llamados monomamiacos, los de- mentes, etc., etc., son enteramente semejantes á los que por causas puramente psyquicas se trastornan de alguna de esas maneras. Son locos en toda la extension de la palabra. Basta decir que son locos esos pobres séres, para compren- der desde luego que están bajo el amparo de las leyes; son enteramente irresponsables de sus actos; no se puede ni debe hacer otra cosa que segregarlos, ponerlos en asilos especiales, porque por lo comun son peligrosos para la sociedad, y cuan- do no para esta, para sí mismos, en razon de que el vicio es tal, que aun locos continúan bebiendo, ó lo que es lo mismo, suicidándose por envenenamiento lento. En resúmen de lo dicho, asiento las siguientes conclu- siones: 1º Debe considerarse la cmbriaguez como una de las fuen- tes mas fecundas de los árastornos sociales. 2º La embriaguez en su primer período, nunca disculpa de un crímen. 33 La embriaguez completa, involuntaria, debe eximir de toda pena. 4º La embriaguez premeditada, y provocada para la ejecu- 45 cion de un delito reclama un recargo de pena para el delin- Cuente. 5º La dipsomanía es admisible como síntoma de la locura. 63 Lo irresistible del gusto por los licores espirituosos, ca- racteriza un vicio; nunca puede darse como signo patológico, sino en el caso anterior. 78. El delirium tremens y la locura de los bebedores, exi- men de toda pena. — o o R&-o-c.— 46 PA Riº CUARA, Terapéutica de los padecimientos físicos, y recursos legales para evitar el vicio, Seré muy breve en esta parte, porque el escrito se hace ya demasiado largo y cansado. LOS auxilios que reclama un ébrio, están al alcance de todo el mundo. Tan general es el vicio, que casi no hay persona que igmore cuáles son los recursos recomendados para disipar los efectos de las bebidas espirituosas. El acetato de amoniaco, las afusiones frias, el álcali, los sinapismos, etc. Aun sin esos recursos, los ébrios, por lo comun, salvan del peligro del momento con un sueño mas ó menos prolongado, del que despiertan sanos del espíritu; pero con el cuerpo tan quebrantado, como si la víspera hubiesen hecho grandes y sos- tenidos ejercicios corporales. Sin embargo, mo es raro que por un caso de embriaguez, pura y simple, seamos consultados los médicos, como, por ejemplo, cuando el bebedor se ahoga por el exceso de bebida y los medios ordinarios fueron impotentes para conjurar el peligro. " - - En casos. de esta especie, la conducta del médico debe ser la, recomendada en todo accidente de asfixia, es decir, emplear los medios propios para que lleguen al pulmon, sin obstáculo, el aire y la sangre, elementos indispensables para la hematósis. ... La embriaguez, tal como la estoy suponiendo, es efectiva- mente una verdadera asfixia, cuyo mecanismo pudiera ser ex- plicado de la manera siguiente: Afectado el nervio vago como 47 lo son todos los del organismo, tanto los sensibles como los que presiden á la motilidad, queda destruida la indispensable armonía de las funciones mas importantes para la vida, la cir- culacion y la respiracion. Efectivamente, el corazon pierde su ritmo regular, y sus pulsaciones, que al principio eran acele- radas hasta hacerse tumultuosas, como por una especie de fatiga se van haciendo mas y mas lentas; el pulmon, por su parte, falto de estímulo nervioso, y falto tambien de la coope- racion de los músculos inspiradores, funciona con visible ir- regularidºd, y sus movimientos, que al principio eran mas violentos para ir oxigenando la sangre que el corazon le en- viaba, mas tarde se hacen lentos, y en consecuencia, no le de- vuelve todo el líquido que le envía y se infarta progresivamen- te hasta hacerse impermcable al aire. Si á estos fenómenos de la circulacion y respiracion, que explico por la congestion del décimo par, se agregan otros, que como el entorpecimiento de la glótis, las aberraciones de sensibilidad general, y las nota- bles alteraciones del movimiento, pueden ser explicadas por la congestion de todos los nervios espinales, se tendria el cua- dro de la embriaguez en sus distintas formas y períodos. Como quiera que sea; Ora consideremos el último período de la embriaguez como una asfixia determinada por causa, mecánica, ora, la veamos como una intoxicacion por Veneno hi- postenisante, la indicacion es la misma: extraer del estómago el alcohol no absorbido; neutralizar por mediós apropiados, los efectos del que ya circula con la sangre; y cohbatir los síntomas alarmantes, como los que reºelar congestiones en el pulmon y en el cerebro, sirviéndose para ello de las mu, chas armas que da la terapéutica de esas afecciones, • En el «delirium tremens, » la indicacion es hâcer dormir al enfermo. Ya dije cuáles son los medios usados con buen éxito. En el delirio crónico; la buena alimentacion, el trabajo, la abstinencia prudente de bebidas espirituosas; en suma, todos & 48 los medios higiénicos y terapéuticos recomendados para las afecciones mentales. No es raro que la forma abdominal incipiente cure, ó al menos mejore de una manera perceptible, con los absorbentes, y los opiados sobre todo; pero como mo bastan al bebedor para que refrene su vicio ni las advertencias de su salud quebran- tada, apénas mejora en algo, atiza el fuego que le consume con los espirituosos á que vuelve, hasta que, por último, toca. en un estado verdaderamente caquéctico, y llegado á él no hay medio humano capaz de salvarle. Puedo decir lo mismo de la forma atáxica. En su principio los neurosténicos, el agua fria, la faradisacion, etc., suelen dar buenos resultados; pero contra la buena voluntad del médico, y contra su ciencia, está el vicio del enfermo, que acaba por aniquilarse física y moralmente hasta que muere loco. El hígado degenerado no tiene remedio. No lo tiene tampoco la degeneracion grasosa de que Sue- len ser afectados, en general, los tejidos del organismo, y de cuyo padccimiento no hablé en la parte relativa, por carecer de observaciones. Mi sabio y fino amigo Lauro Jimenez ha- ce de esto un estudio especial que la ciencia espera con ansia. En materia legislativa, pocas cuestiones han promovido ma- yores y mas graves controversias que la que me ocupa. En- tre los atenienses, Dracon castigaba con la pena de muerte el vicio de la embriaguez; Licurgo embriagaba á los esclavos para inspirar á la juventud aversion al vicio, y mas tarde impidió el cultivo de las cepas. Por una ley de Pitaco, rey de Mitilene, tenia pena doble el que cometia un crímen es- tando embriagado. Zaleuco, legislador de los Locrios, mo per- mitia el uso del vino mas que á los enfermos á quienos se los ordenaba el médico. Pitágoras privaba á sus discípulos del uso del vino, porque aseguraba que era enemigo de la Sabi- duría y predisponia á la locura. En Roma eran tan severas “C. ¿ 49 las leyes, que Ecuacio Metelo, que mató á su mujer por ha- berla sorprendido bebiendo vino, fué absuelto. En Arabia, Mahoma proscribió enteramente el vino. Los reyes de Fran- cia, como Francisco I, Cárlos IX y Luis XIV, apelaron tam- bien á medidas rigurosas para reprimir los excesos en la be- bida. Ya he dicho que entre nuestros aborígenes no faltaron legisladores que impusiesen penas severas á los ébrios. Pero todo ese rigor de que en los tiempos pasados se sir- vieron para corregir la perniciosa costumbre de la embriaguez, ha ido desapareciendo poco á poco, y hoy algunos códigos, como el español y el frances, no hablan del vicio sino inciden- talmente; otros le consideran circunstancia exculpante en los delitos; y pocos, como la Inglaterra y el Norte de nuestro continente, guardan algo de la dureza antigua. Solo el Código militar se conserva inflexible en casi todos los países del mundo. El objeto de los antiguos legisladores fué noble: evitar las graves consecuencias sociales del alcoholismo. El de los legis- ladores modernos que han atenuado las penas, ó que han con- siderado el alcoholismo como una razon exculpante, ha sido acaso salvar algunas cabezas inocentes, y por lo mismo su idea es tambien digna de elogio. Y sin embargo, mi los unos ni los otros han logrado su pro- pósito, en mi concepto, porque no han sabido colocarse en un justo medio. Nuestras leyes patrias hablan incidentalmente de la embria- guez, considerándola, por lo comun, como elemento de atenua- cion. Así por ejemplo, la ley general para, juzgar á los ladro- nes, homicidas, heridores y vagos, dada por el Sr. Comonfort en 5 de Enero de 1857, y que está vigente, dice en la frac- cion 5º del art. 69, refiriéndose á las causas que pueden ha- cer que el delito se considere como involuntario: «Embriaguez completa que no sea habitual en el reo, mi haya sido procura- da por este con el objeto de cometer algun delito.» ...” 50 Poco falta á esta ley para que resulte enteramente de acuer- do con mis ideas. Es lástima que las autoridades no la obse- quien por completo, pues es sabido que, por lo comun, la em- briaguez, á juicio de la generalidad de los abogados y jueces, es tenida y considerada como circunstancia atenuante. Aun los militares, á pesar de su código preciso y Severo, Son blandos, sin embargo, para juzgar á los ébrios. Esa misma ley mencionada, procura corregir el vicio de la embriaguez considerando vagos á «los que, aun cuando ten- gan alguna renta ó patrimonio, no tienen otra ocupacion que la de asistir á casas de juego ó de prostitucion, ºtº ó tabe- nas, » y á estos los pena, si son mayores de 16 añós y tienen la talla correspondiente, destinándolos á las armas; si no tie- nen la talla y son sanos, reservándolos para la marina; con- signando á los ineptos para las armas ó la marina, á estable- cimientos de correccion, casas de misericordia, fábricas, talle- res, obrajes ó haciendas de labor. Nuestra legislacion en este punto está, como se ve, mas adelantada que la de otros pueblos que se llaman civilizados; y sin embargo, el vicio crece. A mi entender, esto es debido á que las leyes no son obse- quiadas; y, sobre todo, á que no es el rigor el único remedio, como lo acredita una dilatadísima experiencia, sino el rigor sábiamente combinado con otros medios indirectos. ¿Cuáles son estos? Apuntaré algunos. Fomentar la moral en todos los establecimientos de instruc- cion primaria y segftndaria; establecer periódicamente grandes premios á la honradez, al trabajo y á la industria; perseguir sin descanso y castigar con dureza á los vagos, pues está visto que la ociosidad es la madre de todos los vicios; establecer so- ciedades de templanza que en otros países, muy particular- mente en inglaterra y los Estados-Unidos, han dado frutos 51 magníficos; y castigar la misma embriaguez, proporcionando las penas á los grados y circunstancias de aquella. Yo no reclamo para los ébrios castigos draconianos, ni mu- cho mémos los que degradan, como la cadena y los trabajos en obras públicas; reclamo los que verdaderamente pueden cor- regir, como el aislamiento, y en este, las pláticas de hombres virtuosos, y la obligacion de trabajar en algun arte ú oficio. -----o o cº) o—o— - 52 CONCLUSION. Es y ha sido siempre mi conviccion, que en cuestiones mé- dico-legales los profesores no nos ocupemos mas que de lo que atañe á nuestra ciencia; que siempre comparezcamos ante los tribunales como peritos médicos; que nunca, por ningun pre- texto, vistamos la toga del abogado. Y sin embargo, en esta Tésis me ha sido forzoso sacrificar mis ideas ante una necesi- dad que me ha parecido superior. He tocado puntos verdaderamente filosóficos, obligado por dos circunstancias: 1º, la de que el Dr. Mata toca esa misma clase de puntos dándoles un sesgo que me parece altamente perjudicial; y 2º, la de que estando en vía de formacion nues- tros Códigos, acaso mi pobre trabajo pueda tener la fortuna de auxiliar en algo á los legisladores nombrados por el Gobierno. Como médico, he procurado trazar un cuadro breve, pero exacto, de las alteraciones patológicas causadas por el alcohol en la economía de los bebedores. Como ciudadano, he pretendido hacer de modo que mi tra- bajo sea útil á mi patria. Si como médico se padecido equívocos de ciencia, anhelo las luces de mis compañeros, ante quienes, llegada la vez, sa- bré confesarme vencido, , * Si como ciudadano proclamo un error, que México me per- done en ateñcion á mi buena fé. a . MANUEL DOMINGUEZ. México, Agosto de 1870, N NIVERSITY of MICHIGA 8 IIlii 3 9015 08672093 /r - \, O15 0867